Los colores se inyectan en tu cuerpo y viajan en forma de sonidos que retumban en tus venas, en tus huesos. En tu piel.
No hay tope. No hay frenos.
Tu cuerpo no tiene estabilidad y por dentro necesita frenar esta calesita.
Tu piel siente el frío helado, el calor pegajoso, y la música muy carnal.
Esas vueltas son reales. Esas imágenes danzan en tu cabeza. Esas cosquillas y ese calor por dentro.
Los orgasmos se detienen en el tiempo y su intensidad es constante en cada fracción de segundo.
Tu cabeza nunca viajó así, a una velocidad ininterrumpida, pasional.
Aparece idea tras idea. Imágen tras imágen y cada una sale de otra sin dejarte respirar ni pensar un segundo qué pasaría si dejarás de pensar, o si en éste momento alguien entra por la puerta, o si se te para el corazón, mientras lo estás pensando.
La adrenalina no cesa. Por momentos bajas y vas más cerca del suelo pero por momentos tomas envión y subís subís y subís hasta esa nube en donde volvés a encontrarte con todos tus pensamientos.
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