sábado, 27 de diciembre de 2014

Para Siempre

Pasó tiempo, pasaron cosas.
Amé, putee, lloré mucho, muy pocas veces reí, odié, 
quise olvidar, perdoné y volví a amar.
Te pensé, te fui a buscar, te hablé, 
empecé a alejarme, apareciste y me caí.
Me ilusioné, reí, volví a ser yo, te arrepentiste, 
volví a llorar, tomé fuerzas y me despedí.
Volviste a buscarme, volviste a atraparme, me dejé, 
quise abrazarte, te fuiste dejando, me quise ir con vos, 
te convencí, te volviste a arrepentir, quise alejarme, ya no puedo.
Te volví a escribir, me dijiste "te quiero", hubiera preferido que no respondas.
Fui tuya, para siempre.

M.C.

jueves, 20 de febrero de 2014

Su casa

Hoy soñé con su casa y sentí volver.

Su comedor, con ese mini escaloncito que llevaba a la cocina donde la mamá adecuaba siempre los menúes por mi.
Su sillón, en donde me abrazó frente a la familia, donde sacamos fotos, donde jugué con el nene (con los dos nenes), donde varias tardes se recostaba sobre mis piernas y yo lo llenaba de besos, de sonrisas, de ilusiones, de felicidad, de amor y tal vez de miedo, donde nos mirábamos, nos reíamos, nos insinuábamos, hasta donde lo toqué mientras todos dormían la siesta.

La cocina, donde charlé con la mamá sobre él, donde merendábamos, donde me preparaba el té, siempre con el termo preparado con agua caliente, donde ya me sabía de memoria dónde estaba cada elemento, aunque no lo agarrara.
Esa manera particular de preparar la mesa que tenían todos, en donde me incluyeron sin lugar a dudas por un momento, donde en cada comida me acariciaba la pierna por debajo de la mesa, en todas y cada una de las comidas que hacíamos. Esas eran las dos cosas que más me gustaban durante las comidas: Que él y su familia me incluyeran en la mesa, que él sea feliz de compartirme con los que más ama, y que me acariciara la pierna, no de manera sexual, sino de la manera más tierna.

El baño, siempre tuve la fantasía de ducharme con él ahí, el detalle del vidrio.
La habitación de juegos, la voz del nene repitiendo por la casa mi nombre, él mimetizándose con el sobrino jugando a ser dos nenes. Cada vez que los veía juntos, pensaba lo excelente padre que será algún día.
La puerta de atrás donde ponían las botellas vacías, por donde entrabamos a la madrugada intentando no hacer ruido.
El jardín en donde pasábamos horas mirándonos y riéndonos, sacando fotos, que hoy son solo recuerdos infinitos.
El quincho donde me cocinó especialmente el papá, donde me cocino él la primera vez que fui a su casa como su "amiga", donde festejamos cumples, donde me presentó gente.
El baño del quincho tiene historia, besos, caricias, miradas, deseo y mucho sexo durante las siestas.

Y la escalera al cielo que llevaba a su dormitorio, la ventana, que a pesar de mis fobias, no tenía miedo de dejar abierta toda la noche, el espejo del mueble, la mesita de luz, el almohadón de su cama, el escritorio, el portaretrato con mi foto, el cajón lleno de porquerías incluyendo ese envoltorio de chocolate que le regalé y guardó, como si estuviese totalmente enamorado.
Su cama donde me dormí oliendo sus sábanas, donde a pesar de dormir pocas horas por día me desvelaba imaginándomelo durmiendo en otro cuarto en esa misma casa y me daban ganas de salir corriendo a buscarlo, donde lo esperaba a la mañana a que me venga a despertar, donde un día vino y se acostó a mi lado y simplemente su compañía me hizo feliz, donde me hizo el amor, donde me besó, donde me miró, donde le dije que lo amaba.

Me acuerdo de cada rinconcito, de cada detalle, situación y hasta olores, porque esa que ya no visito porque dejaron de quererme, fue durante un tiempo mi segunda casa y yo lo disfruté más que ellos.

M.C.