martes, 13 de enero de 2015

Mariposas en mi estómago

Te vi y no supe qué decir.
Todo eso que había practicado, de golpe se esfumó.
Me moría por abrazarte, porque ese abrazo fuera interminable, como esa misma tarde.
Me miraste y sonreíste, me sonrojé y te dije que no me miraras más,
pero por dentro era lo único que no quería que dejaras de hacer, nunca.
Rozaste tu boca con la mía y ya sabía que había perdido, ya te pertenecía por completo.
Me besaste, con fuerza, con deseo, con amor.
Te pedí que rozaras tu lengua en mis encías,
lo hiciste y simplemente me maree.
Me acariciaste de una forma totalmente sincera, lo sentí.
Tus manos se acoplan perfectamente a mi cuerpo, a mi piel.
Un solo dedo tuyo deslizándose en mi piel, en mi pelo y en mis manos,
hace que un escalofrío suba por mi espalda y me haga temblar de una manera
implosiva y excitante.
Hace más de dos años ya, que todavía con tu mirada y tus manos,
alimentas las mariposas en mi estómago.

M.C.